Ojos hechiceros, boca de piñón, nariz de Cleopatra, tableta de chocolate, piernas de corredor etíope. Se lo rifaban como modelo de alta costura. Cuando estaba cubierto de vendas para sacarle un molde, sucedió algo extraordinario: aviso de bomba, fuego, corte de luz…todos salieron como alma que lleva el diablo y allí se quedó el bello. Endurecido ya el yeso fue imposible trasladarlo, pues solo quedaban junto a él dos modelos anoréxicas muertas de frío. Pasó el tiempo inevitable. Por fin, alguien entró en el taller hecho añicos y allí mismo se enamoró del bello modelo de yeso. ¡Cuánto pesa! dijo al arrastrarlo. Al poco comenzó a trasudar. ¡Aquí huele a muerto! comentó la enamorada señora María que llamó a Serafín, su marido, que llamó a Dionisio, su compinche, que avisó al Hilario, porque era el único que tenía la camioneta del trabajo disponible. Entre los tres se lo llevaron al vertedero y allí se les partió. ¡Un muerto! dijo Serafín, que le dijo a Dionisio, que le dijo a Hilario que conocía al de la grúa,  que lo agarrara y que lo tirara debajo de la chatarra que ellos no querían problemas.

Pero el muerto abrió los ojos y se levantó. ¡Qué lo remates, te digo! Hilario le descargó la grúa con toda intención. Pero el bello ya había trascendido el mundo de los vivos y se había convertido  en un concepto. ¡Con esto no contábamos!, dijo Serafín que se vio convertido ya en filósofo con el fin de escapar de la trena. ¿Cómo se atrapa un concepto? se preguntaron los cuatro. Y, por cierto, ¿alguien sabe qué cosa es un concepto? ¡Menudo cuarteto!, dijo la señora María, que también hacía la limpieza en casa de Publio Cornelio Escipión el Africano entendido en antigüedades y otras cosas fallecidas. ¿Qué ha pasado, señora María?, preguntó el sabio. A lo que ella respondió en un resumen memorable: el muerto se ha convertido en concepto señor Publio. Pues mal lo llevan, pero déjeme pensar. Un periodista olisqueaba ya detrás de la carnaza. El tiempo se echaba encima. Don Publio citó a los cuatro para el jueves, pues era el día que iba a su casa la señora María. Y Don Publio dictaminó que después de mucho cavilar y consultar la Enciclopedia Británica este era su consejo: a) una diáspora judía, b) abandonar al bello en las ruinas circulares, c) darse a la bebida. A eso ya se dan Don Publio, ¡no los anime usted! aseguró la señora María. En ese caso, solo les queda invadir Polonia, aclaró Don Publio, porque con ese ruido se olvidarán de otras nueces. Y fue así como comenzó la verdadera 2ª Guerra Mundial, tal y como les he contado, con todos sus puntos y sus comas, de lo que se concluye que la historia siempre debe estar en permanente revisión, porque esos libros están vendidos al enemigo y casi nunca dicen la verdad.